Rosa Torres-Pardo es la demostración de que el alma existe y es material.
El pasado sábado nos regaló, en Fnac, un recital de privilegio, lleno de sensibilidad y erudición. Sin ñoñería ni pedantería. Piano solo. Piano y voz.
A mi modesto sentir le parece la mejor intérprete de Albéniz. La que ha entendido su dimensión atemporal. La que comprende lo "moderno" que es, en la mejor acepción de este polémico/polisémico término.
La sala estaba muy poco iluminada, lo cual es correctísimo para escuchar música y misión imposible para hacer fotografías.
El fotómetro era contundente: rojo absoluto (antes se medía en luxes).
Pese a todo, he aquí el milagro, una fotografía bellísima de la manifestación, en un instante ínfimo, del alma de Rosa que gracias a su materialidad corpuscular emite los fotones precisos e incluso los sobrepasa.

Ya perdonarán mis improbables lectores que la ausencia de pedantería en Rosa la compense un servidor sobradamente. Ya me prevenía de ello Carmen Sénder, mi profesora de literatura, pero no he conseguido quitarme este lastre.