La mecedora

La mecedora fue pasto de los xilófagos y yo comencé a moverme en otro sentido. El balanceo dio paso al giro. Ser una peonza es una experiencia de ayahuasca. He gritado ¡oxígeno, oxígeno! tantas veces. Y me ha sido concedido. Ahora hay que liberarlo para las eucariotas. Era solo un pequeño préstamo, como una tilde, pero con intereses descomunales. No quiero más letras de cambio.

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