El rastro de la película

Hay un momento en la vida en el que se despierta la necesidad de pertenencia a un grupo. El hombre nace inmaduro, totalmente dependiente de cuidados externos: de los padres o de una loba. Me refiero a ser consciente de la necesidad de los demás. Emilio y los detectives es una de esas lecturas de la niñez que me estimularon en ese sentido. Hasta entonces, nunca había pertenecido a una pandilla. A partir de entonces, lo he intentado. No es un juego fácil para mí. Intelectualmente no tengo ninguna duda de la eficacia del esfuerzo colectivo pero sé que el hombre no es bueno por naturaleza. La obra de Erich Kästner fue llevada al cine en 1931 por Gerhard Lamprecht. Uno de los guionistas fue un jovencísimo Billy Wilder. Vi la película con mis amigos. No lo olvidaré.

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Ilustración de Walter Trier.